La arena se quiebra bajo mis
pies. Casi siento los miles de diminutos cristales incrustarse en mis zapatos.
Bueno…tal vez quisiera sentirlos… sería mejor que lo demás. Posiblemente. Pero
en fin, aquí sigo caminando, hay un sol, sí. Lo veo pero no lo siento. Que
extraño, entre mis crepusculares visiones nunca se atraviesa un sol así de
radiante. Debo imaginar que quema mi saco negro, porque es un saco negro
grueso, el calor siempre me ha recogido. El calor tropical se siente como un
abrazo, como excitación; pero más rápido (y más personal). Bueno, ya vengo
entrando. Un gran recinto, un anfiteatro. Coloreado con tintes rojos pero muy
tristes, como despidiéndose; no sé si otrora haya sido algo más vivo…no, no
quiero. No se me antoja así, mejor que se quede con ese color rojo Pompeya, acompañado
de un blanco mudéjar brillante. Eso si, y refleja el sol pero no brilloso, sino
que regresa los rayos mas grises, como que han visto demasiado de la vida,
rayos grises. La arena quebradiza la veo amarillo-anaranjado, porque a cada
paso siento (o quiero) calor en mi
cara y en mis manos, medias manos. Lo que no cubre mi saco. Ok, avanzo,
necesito estar seguro de lo que veo para recordar, que luego se me olvida y a
Mnemosine nunca le he caído bien, quien sabe porque, si siempre me acuerdo de
ella.
¡Ajum,
ajum!...arena en mi garganta, ¿o nerviosismo a flor de piel?...todos están en
el recinto, los veo, de muchos colores. Pero siempre dos constantes, más que
todos: el verde y el azul traslucido. Burlones, como en su casa, tranquilos y
animados. Yo soy el que está en medio de aquello. Y aunque no es grande el
anfiteatro, em no sé, tal vez quince metros de arena central. Y unos cuatro o
cinco escalones de butacas. Hay mucha tensión. Un público difícil esta vez,
pero yo soy el jefe, ellos me han de obedecer. ¡ajum! ¡ajum! Aclaro mi garganta
de nuevo y mi voz sale de tenor (así lo
quise) << ¡compañeros ilustres, dignos representantes del género,
aquí estoy frente a ustedes, sin vacilar, vamos a hacer algo…necesitamos
acción, necesitamos apoyo, necesitamos animación!>> La algarabía de
algunos sectores no se hizo esperar, la indiferencia de otros seguía igual. Es
muy difícil educar a los no vivos, no vivos y encima soberbios. Los zombis
reían mas como el vulgo, los fantasmas con mas alcurnia. Pero al fin y al cabo,
burlones. Pero, pero, necesitábamos organización. Un grupo de tres fantasmas,
que eran diferentes a los demás, porque
no eran azul traslucido, sino verde. Era la nueva estirpe, zombis
fantasmas. Inmortales e inteligentes, manipuladores y suspicaces. Pero (muchos peros, fueron como topes a cada rato)
pero, yo era el único vivo, y por ende el líder, el que debía organizar. Esos
tres fantasmas se acercaron, con saña y caras bufonicas, casi podría decir
monstruosas, pero eso sería asumir que me dieron miedo. No, bufonicas eran:
ceño fruncido, sonrisa enorme sin despegar los labios, manos entrecruzadas y
flotando como a treintaicinco centímetros del suelo. Me rodearon tranquilos, se
tomaron su tiempo. Me olieron, me traspasaron, tal vez me saborearon. Tenían
envidia, envidia del sol que reflejaba mi cuerpo aun, que, aunque el saco negro
absorbía la mayoría de la luz, era ya demasiado para ellos, felices infelices.
Me husmearon, mi cabello se movía por el viento canicular y por sus miradas.
Los zombis y los fantasmas comunes simplemente veían, acechantes, porque les
dieron el rol de sus líderes <¡morirás, porque todos nosotros lo hicimos,
alguna vez, y ¿Qué serás? ¿Zombi verde?, ¿o fantasma azul?…porque fantasma
verde es mucho para ti!> Moriré, lo
sé (respondí con ahínco) pero no aquí
ni ahora, y enseguida pronuncié estas palabras:
zaštićeni nas
Y los tres fantasmas se alejaron
de mí, ahora parecían reconocer quien era yo. Estaba protegido. Así que me
dispuse a organizarnos. No recuerdo si teníamos tiempo o no, pero enseguida
llamé a formación a seis mujeres, las vestimos con trajes cheerleaders amarillos y comenzamos por hacer una pirámide entre
ellas. Todas zombis, pues ellas aún tenían materia uniforme ¡o disforme! pero tenían. Arriba habría
lugar para las damas fantasma (sin peso).
Tomaron vuelo, muy listas para ser zombis, mientras de lejos, en las gradas de
enfrente los tres fantasmas azules me gritaban improperios respetuosos <
¡vas a caer!, ¡vas a caer! >. Me inmiscuí entre las gradas, las cheerleaders ya habían entendido la
lección y yo necesitaba algo de sombra, tenía años parado ahí en el ruedo. Las
voces cavernosas de los trúhanes se dispersaban entre las pierna zombis
mientras caminaba, se fueron acercando poco a poco, porque les daba la espalda. Que envidia les ha de haber corroído
sus etéreos cuerpos. Ya me refrescaba, todos habían entendido mi posición ahí
meno aquellos tres. Tuve que decir de nuevo las palabras para que me dejaran en
paz:
¡zaštićeni nas!
Pero gritando. Ahora si,
silenciosos se fueron a sentar junto a los demás mientras nos quedamos viendo a
las damas zombis hacer su pirámide ordenadamente mientras recordaba la arena
punzante bajo mis pies, pero ahí, bajo las gradas había un poco de paja suave.