No volteo al cielo con ningún dios. Ni siento en mi
espalda el peso de su vigilia.
Aquel futuro que prometen no es más que el producto
del trajinar de mis pasos actuales.
No he visto revolotear demonios o querubines
mostrándome senderos confusos de verdad o de mentira, mas bien han sido mis
propias piedras las que me han hecho caer o tomar impulso en las más grandes
decisiones.
No espero a algún señor de barbas con ideas de
perdón mientras en mi cuerpo conservo aquellas marcas de dolor que alguno de
mis hermanos me ha dejado con saña y premeditación.
No siento mi existir en la cima de algún plan
universal, ni alardeo de mi posición por sobre todas las nubes. Mas bien, me
postro ante esta realidad tan hermosa como aterradora, tan confortante como caótica,
encuentro mi lugar entre todo aquel remolino vital y sé que soy solo un eslabón
y ¡hasta un eslabón prescindible! en toda la cadena de sucesos y consecuencias
llamada naturaleza.
No me empapo de místicos parajes, si no vienen de
los libros o el cinema. De poetas o del arte. Creo mundos que al cerrar la hoja
donde escribo ahí se quedan, esperando con paciencia. He dividido muy
claramente, esa línea entre la verdad y la ficción, y disfruto de ambas, cada
cual en su momento, y nunca tan en serio pretendo entremezclarlas.
No me fio de aquel hombrecillo, que se cree un sanador, y se empapa sus bolsillos de
esperanza y frustración. Sus palabras no me llegan, su demagogia no me enseña,
solo afirma mi postura de ser un buscador de la verdad. Pero una verdad que
duela, una verdad que sienta, esa verdad que nos despierta mientras los demás
sueñan.
No he pensado ser el centro, de un universo que
conspira, ¿cuándo han visto un cumulo de gases que han regido nuestras vidas?
No recibo esa energía, ni en los chacras ni en los chi. Son enzimas y proteínas
los que marchan mi existir. Siento el goce del latir de mi corazón henchido,
siento el viento que recorre este cuerpo que es el mío. No he gozado de una
mente elevada, ni de un alma superior que me haga el elegido. Solamente la
razón y la lógica he regido.
No pretendo ser robot, un tecnócrata reprimido. No
he dejado de vivir mientras tenga un buen motivo. No es un fin lo que he
buscado, mas bien es una vía la que he armado. El camino se va dando mientras
tenga mis pies llanos, el mañana será ayer en un lapso bien vivido. Creo en el
amor, en el odio, en lo confuso y en lo abstracto. En lo triste y en lo alegre,
en la risa y en la muerte, creo en un compañero, que es mi imagen al espejo,
creo en mi cerebro y en el cuerpo que ahora tengo. Creo en mucha y otras cosas,
que ya no hay tiempo ni motivo de creer en un dios muerto. Una imagen bien
difusa y una empresa muy lujosa.