domingo, 22 de abril de 2012

Hoy vi la vía láctea


El cielo raso deambulaba allá y acá. La estrella polar seguía perdida desde hacia tiempo y las continuas luces brillantes opacaban un reflejo vivo en mis pupilas. Era una forma irreconocible de cielo el que se me presentaba gélido justo encima de mis sienes. Tal vez hubiera creído que el siempre estaba ahí donde quiera que uno fuera. Pero al ver la magnitud de la presentación celeste uno no se la creería más que en la oscuridad ficticia de una sala de cine fantástico. Aun así, fuera lo que dijera, pasara lo que ocurriera aquí, en esta diminuta región del espacio conocido y recóndito. el cielo abierto ante mi estaría siempre aguardando alguna exclamación de asombro ante su naturaleza estática y superdinámica. Y yo lo acababa de hacer, sucumbido ante ese festín noctámbulo.

     El coche seguía en combustión, mis cabellos se alborotaban por el potente viento que golpeaba mi cara y me hacia parpadear. En la radio se mostraba una canción vernácula de tiempos inmemorables mientras mi padre silbaba al compás de la misma. Absorto, solo en el camino de noche. Si, éramos dos en el vehiculo. Pero yo estaba muy alejado de el. Entre meteoroides y penumbras. Observando el contraste oscuro de un algún cerro clandestino y la luminosidad celestial. Mi cara al viento helado no mermaba en su escudriño, pocas oportunidades había tenido para admirar en todo el esplendor a la bóveda. Esa vez no dejaría ningún rescoldo de cielo  sin atacar con mi visión.

     Seguíamos veloces el trayecto por aquellos parajes. El reflejo de algún bicho en vuelo pasando fugaz entre la luz de los faros del coche y la penumbra daban la idea de velocidades supersónicas. A lontananza, en el filo del cielo y del suelo se apreciaba alguna montaña solitaria, moviéndose lentamente al paso nuestro. Tímida y firme. Como fiera recubierta por la noche se iba esfumando de mi campo de visión. La radio tiene tiempo apagada. El solo ajetreo del viento cortado se escucha y mi padre y yo llevamos un silencio sepulcral, cómodo y fraterno. Mi cabeza se recuesta en la ventana del auto, con el cielo de techo. Así, puedo ir viendo como lentamente van girando todas los astros ante mi, en un cobijo celestial que me reconforta.

     Yo ya no iba en el auto, no estaba mi padre y ni la radio apagada. El silencio era total. Iba volando con ellas, ahí, las estrellas estaban tangibles. También planetas, cometas, agujeros negros, pulsares, estrellas de neutrones y millones de elementos mas. Volaba, volaba yo. Mis lagrimas salían y flotaban, se desintegraban al instante formando parte ya de ese universo añorado. Miraba mis manos, y las sentía parte de todo ese cosmos. No podría jamás nombrar la cantidad de colores que se presentaban, indescifrables e imperturbables. Todo aquello era tan onírico que el propio concepto de vida se hacia innecesario y anticuado. Solo era yo y el todo. Era el universo. Luego, en un arrebato de soberbia, la realidad me regresaba tangente al auto con mi padre y la radio ya encendida de nuevo. El viento no soplaba tan fuerte; la velocidad había disminuido. Voltee desesperado de nuevo hacia la bóveda celeste y vi como se fue esfumando cada estrella del firmamento ante una luz artificial, la luz de la ciudad que celosa invadía ahora aquel cielo que había sido tan mío y de nadie mas. Seguí observando firme. Una a una aquellas lucecitas amigables se esfumaron y un velo amarillento cubrió todo el firmamento. Ahora eran lámparas impertinentes queriendo emular aquel espectáculo incomparable sin ningún éxito. Me despedí de aquello, mire a mi padre con una sonrisa, con mas amor. Me toco el hombro con aquel cariño paternal sin igual, con la misma sonrisa le dije adiós al universo, esperando con ahínco la próxima oportunidad de poder ver de nuevo la Vía Láctea.

lunes, 9 de abril de 2012


Bueno, este escrito es en realidad una canción. Canción narrada, por eso tiene cierta rima y demás cosas. Luego presentare ya fusionada la letra y música. No es necesario dar mas explicaciones así que ¡salud!





Manifiesto sutil

Y mientras pasa el suspiro que mata
la vida engaña como vil detractor
donde la palabra “destino” es un palíndromo mas
y el suicida con tino logra su final precoz

Mientras los asesinos del tiempo van diluyendo
entre horarios corridos y televisores abyectos
que cortan esas ansias entre sodas y reverberos
sueños ajenos, sexo, intereses y celos.

Mientras caminamos como androides consumados
manos llenas de botones y gatillos nos cambian la vida
firmamos esquelas en vida, como si firmar fuera
tan necesario

Vamos llenando los récords de copas consumidas
entre discusiones elocuentes que no nos sirven de
guía, pero que aun así nos jactamos de ser
seres pensantes, como si pensar en estos días
fuera tan relevante

Yo quería seguir siendo el pequeño de la casa,
y no observar el tiempo como un ínfimo consuelo
solo para esperar a ver que nos pasa, y no seguir
la vida entre códigos de barra.

Y si amigos, este puede ser un mensaje cifrado,
exponer mis miedos y buscarme culpables
pero es mejor que quedarme sentado, pasear
la paranoia es irla amansando

Amar a la vida y ser correspondido no muchas veces
sucede, pero en el recorrido, y esta no se puede alquilar
como ciertas damas de la noche, aun así, en derroches
mentales y sentimientos fatales, uno mismo se acomoda
en uniones simbióticas

El llenarme la cabeza de datos nunca fue tan necesario, tal
vez ahora por que ocupo sacar los traumas atrasados
empujando de una vez, para darlos por sentado
que debo de dejar ciertas cosas a un lado

Tomar un fusil, una pluma, un joystick, una guitarra
algo que pueda servir de punta de lanza, que vienen
tiempos malos junto con los buenos, y que me agarren
solo, no me sirve de consuelo.

martes, 3 de abril de 2012

Piedra, papel o tijera.


“Piedra, papel o tijera” retumbaba en lo mas alto de aquel páramo inmaculado. Eran tiempos difíciles y nadie se prestaba para la derrota. Cada movimiento ocular, cada ademán era trazado y escudriñado milimétricamente. Nadie quería volver. En realidad nadie sabia bien las opciones de los demás. Ahí estaban sin mas bando que ellos mismos. Luchando por su decisión. Abajo, las hormigas seguían a tropel en su mundo. Tan ajenas a ellos, y ellos pensando de cuando en cuando en ellas. No querían pisarlas. Pero ahí estaban entre sus pies.

-¡Papel gana a piedra, y la tijera gana a papel ¡Te vas!

Unos querían el retiro, continuar alejados del bullicio. Descansar como nunca lo habían hecho, lejos de carreras, trabajos forzados y tiempo perdido. Otros, mas elocuentes, mas juveniles o avariciosos seguían luchando por su meta. Los primeros anhelaban la salida. Ganaban el juego y renegaban. Los segundos ganaban y vitoreaban. Cansados y no cansados seguían el reto con honor.

Vientos huracanados atravesaban los campos. Miradas furtivas corrían entra las montañas y las gotas de sudor volaban en cada movimiento. El ceño de cada concursante estaba hecho de mármol. De hierro. Inmovible. Impenetrable.

Las damas estaban ya fuera del la competencia. Unas aguerridas combatientes. Otras absortas en su belleza y una mas soberbia y derrotada simplemente daba la espalda y se marchaba.

El mas gallardo de los hombres, líder indiscutible y ganador por antonomasia también había sido derrotado. Era un juego que el no creo, obstáculo primero para su victoria. Aun así. La derrota le supo a ganancia. Cansado de muchos años, su alma ya no daba para competiciones ni carreras. Sonrío casi llorando. Llorando por la derrota y llorando por la victoria. Un buen retiro le esperaba. Descanso eterno muy bien merecido.

Seguían en competencia cerrada tres caballeros. Habían mostrados sus puños cerrados mostrando piedra en el juego por muchas ocasiones. Empatándose automáticamente. En una jugada, el joven pescador es vencido al mostrar el símbolo de la tijera cuando los otros dos mostraban la piedra. Tomando un poco de aire vigoroso. Admite su derrota con una genuflexión y se aleja un poco para seguir contemplando el juego. Ahora son dos los finalistas: Un cojo pero hábil artesano y un escurridizo e insaciable pícaro. Nerviosos los dos ocultan sus manos tras de si. Pensando su próxima jugada, es todo o nada. Un simple movimiento puede ser la derrota o la victoria.

-¡Tijera! –Gritan al tiempo que muestran sus manos con el dedo índice y medio en remedo del objeto cortante.

-¡Papel! –Y la mano extendida

-¡Piedra! –Y el puño cerrado.

Los espectadores observan intrigados. Este juego esta reñido. Pueden pasar mil años allí esos dos sin dar ningún resultado.

Luego de mas de cien repeticiones con el mismo fin, uno de ellos. El pícaro muestra el puño para la piedra mientras su contrincante lo hace con las tijeras ganando asi la competencia. Ante esto la ovación no se hace esperar y el derrotado artesano reclamando un indulto vocifera:

-¡¿Creéis que con esa inmundicia de piedra, podrás vencer a mis tijeras, creadas por estas mismas manos que han creado tantas maravillas para su uso, incluido tu casco sanguijuela?!

-Te he vencido tío. Acepta la derrota. Y aun así, esta inmundicia de piedra que dices. No esta hecha mas que del mismo muro del Tártaro, donde Cronos mora en penitencia. Así que, por toda ley, he vencido.

Los espectadores esperaban ya un colosal enfrentamiento, pero, sabiamente, el artesano acepto humildemente su falla. El pícaro había ganado, ¡Y sin trampas! eso era lo mas extraño. Así, de los doce competidores el solo quedo para dominarlo todo. Su nombre era Hades. Antiguo señor del inframundo. Hoy. Después de haber ganado la competencia contra todas las demás deidades olímpicas se erguía como dios único. Los demas inmortales, unos cansados, otros con ambiciones de dominio universal aceptaron sin mas como único soberano al pícaro ultraterreno. Donde de ahora en adelante, no habría mas dioses. La humanidad ya no rendiría culto a nadie mas que a el. Solo a el, donde reinaría a su manera. Y ya no tendría el nombre de Hades jamás, simplemente se haría llamar Dios.

domingo, 1 de abril de 2012

Luces de aseveración. Parte final.


El hecho de haber estado tropezando con cuanto mueble se encontraba en su minúscula vivienda le hizo recordar que tenia mas de un día sin sus potentes anteojos. No sabia si los había extraviado en el lugar del accidente o si se encontraban aun en su coche. Se había habituado a la tenue visión dorada del departamento y la onírica tez de su inquilina y no mas. Aun así, si habría la necesidad de salir al exterior y además, conducir a por víveres u otras cuestiones era menester tener sus anteojos bien puestos. Para evitar algún lío. Ya no habría espacio para otro accidentado mas en su pequeño departamento.

Conocía bien el edificio de apartamentos donde se alojaba, aunado a la luz de mediodía se podría decir que su visión era pasable. Sin problemas llego al automóvil y empezó a hurgar en sus adentros buscando de nuevo su vista perfecta. A tientas, justo debajo del pedal del freno estaban intactos sus dichosos lentes. Parpadeo aclarando un poco sus corneas para enfocar muy bien a través de los cristales y aprovechando su vista y su auto, salio al mercado a hacerse de algunos productos para si y su inquina misteriosa. Shampoo, jabones, algún perfume, cremas, alcohol. Pensaba en todo para ella en la tienda departamental, hasta atrevido, le compro un muñeco de felpa para acompañar en su descanso a la moza en el lecho.

Acomodando ya los productos en la cocina Natalio se sentía mas tranquilo. La joven había descansado casi todo el fin de semana y se mostraba mas confiada y sonriente desde la alcoba. Donde le hablaba fuerte. Natalio, después de terminar su menester avanzo lentamente en forma picara a la habitación de la muchacha llevando consigo el regalo para ella. Al entrar, incorporada en su cama aseada y con el cabello recogido esperaba con una media sonrisa a su cuidador, cuando de pronto, y con los anteojos bien enfocados Natalio se encontraba posiblemente con la impresion mas grande de su vida.

-¡Caaaaaataaaaa!-

Fue el grito eufórico del burócrata mientras el oso de felpa caía despidiéndose de las circunstancias que ahí se desencadenaron. Rodando por el suelo y ocultándose bajo la cama. Mientras, con los brazos abiertos implorando con los ojos desorbitados y lagrimas saliendo ya de los mismos Natalio miraba a la atónita y asustada mujer en la cama, con la mirada perdida de nuevo en confusión y a la vez de exigencia a una respuesta ante aquella algarabía desatada de pronto.

El viejo solitario se hinco ante la cama, cual fiel ante su santo absorbiendo cada detalle de ese momento, mirando con un haz de luz alrededor la cara angelical de la que por tanto tiempo había estado esperando. Ahí estaba ante el, no había mas. Era Catika que regresaba con el, después de veintitantos años. Bien dicen “los caminos del señor son misteriosos” pensaba para si la parte religiosa de Natalio, al ver el prodigio desarrollándose ante el. En la misma casa de siempre, desde donde estaba seguro su amor seguirá el curso natural. Natalio y Cata, de nuevo ahí. Y ahora si, para siempre.

La mujer hizo un esfuerzo por levantarse, las exclamaciones y júbilos de aquel le habían puesto nerviosa y con temor. Si bien no sabia aun quien era, estaba segura de no ser esa Cata que estaba mencionado sin parar su cuidador. No pudo dar mas de dos pasos y se agazapo en la esquina de la habitación. Natalio se acerco a ella, mas tranquilo pero feliz. Se sentó en la cama y empezó a platicarle todos los años que había pasado sin ella. La mujer lo empezó a escuchar resignada. Al cabo de un rato pudo ver en el una profunda soledad pero a la vez esperanza en la mirada. Donde con ternura describía esos momentos ante la ventana esperándola, o esas cartas que escribía sin ningún destino mas que el corazón de su amada. Ella empezó a conmoverse, lo veía con curiosidad, afable, infantil. El temor y la sorpresa se habían ido. Se los habían llevado las lagrimas de felicidad que sin parar recorrían el rostro de Natalio mientras narraba todos los momentos de su vida juntos. Desde la época en que se conocieron, hasta su partida final a Santa Montes. Narraba cual juglar el primer día de su estancia en ese departamento y explicaba los tonos que ella misma había escogido y que le daban ese toque especial al lugar. La mujer fue incorporando a su memoria viva todos aquellos recuerdos que le devolvía Natalio, cronológicamente se acomodaban y ella los sentía vividos, tangibles. Era vulnerable aun, pero ya no se sentía vacía. Estaba rellenando su vida. La que había perdido de repente aquel viernes en la noche. Pensaba. Se absorbía, reflexionaba, se hacia miles de preguntas en su cabeza ¿y si realmente soy ella? ¿soy Cata? ¿abre desaparecido y vuelto a aparecer? ¿seré yo?.

Habían pasado horas desde la revelación. La resucitada Cata se enrollaba su cabello azabache en el dedo índice mientras seguía escuchando a Natalio sin parar. No había gramática posible que pudiera ir a la par con los sentimientos guardados que le tenia a su mujer y había veces que parecía que las palabras se quedaban atrás mientras los ademanes seguían su carrera. La mente de la mujer podría considerarse virgen. Así como los sentimientos básicos. Como esponja, había tomado todo lo que le contaba el señor como una telenovela, una historia de revista o de un libro pequeño. Estaba mas conmovida por su condición de mujer. Con ternura veía a Natalio sollozando de cuando en cuando al hablar. El beneficio de la duda se fue impregnando poco a poco. Sin dar todo y nada y a sabiendas que no tenia idea clara de donde venia y a donde iba decidió quedarse con Natalio. Darle tiempo al tiempo mientras todo se aclaraba. Total, el se veía un alma noble y ella un alma a secas.

Natalio se habitúo a dormir en el sofá. Comprendía que el proceso de la incorporación de Catika a su mundo tendría que ser lento, gradual. Con renovado esfuerzo iba a trabajar todo los días. Gustoso pasaba las aletargadas horas en el Sistema Nacional para la Ancianidad para al final del día llegar a prisa al departamento de nuevo iluminado con el sol del amor. Propiamente no llegaban a ser la pareja de antaño, no como Natalio hubiera querido. La mujer aun estaba renuente en darse completamente a su supuesto marido. Pasaba los días recobrándose y ayudando un poco en la limpieza. Si sentía algo familiar en Natalio, reafirmando de tanto en tanto la idea de que realmente tuviera razón sobre su pasado y presente. El se veía aun en facultades propias de su edad, y ella se veía mucho en el espejo. Observando como la marca de mas de veinte años perdidos habían hecho mella en su fisonomía. Ella se sentía aun vigorosa, de veintitantos, pero su temple y su melancólica postura decían una edad mayor.

Aun así, a pesar de la dicha desbordante que sentía Natalio por el reencuentro con su esposa, un nudo de angustia pululaba en su pecho. Pero que, precavido, no quería increpar a su mujer. Siendo este un tema delicado y tal vez doloroso para ambos. Se trataba de Esperanza, su primogénita. Natalio había ya pensado en todos los destinos posibles sobre ella, desde su muerte hasta su desaparición. Y no quería arruinar esos momentos de reencuentro con algo que podría ser doloroso y que, siendo sincero consigo mismo consideraba una herida sanada desde hacia tiempo en contraparte del recuerdo de su amada esposa. Que ya tenia a su lado.

Como nube en lontananza, la espina de su bebe se esfumo. Natalio se apresuraba para reconquistar a su mujer. Antaño ella había sido la seductora y el, el seducido. Flores, chocolate, margaritas, tulipanes, chocolates, osos de peluches, chocolates. El cupido interior del burócrata no daba para ingeniosidades. Aun así, Cata los recibía con alegría. La mocedad de cada ocasión era suficiente para ir impregnando la confianza y la llama perdida en la mujer. Esa mirada infantil y perdida a veces del hombre, los movimientos lerdos. Rígidos, como recubierto de sololoy, le hacían sentir reconfortada. Protegida. Como si la lentitud hubiera sido un deseo guardado por mucho tiempo en su alma joven y vieja. Esos abrazos que le daba al llegar. Un suceso el recibir de nuevo a Natalio. El abrazo al encuentro es mejor que al despedirse se dice. Ahí los abrazos era afables siempre. En cada ocasión. A la mujer le gustaban esos abrazos temerosos al abrirse, sencillos al acercarse y fuertes al encontrarse. Todo siempre en el mas respetuoso ambiente. Era Natalio un hombre sencillo, gentil y sin prisas. La relatividad del tiempo se había mudado con ellos. Y un gran oxímoron colgaba como etiqueta en cada abrazo de los ya mencionados. En un verdadero instante eterno.

La ahora Cata se había recompuesto casi totalmente. Eran ya tres semanas desde el accidente y ya estaba habituada al trajinar de Natalio. Hacia las comprar, la comida. El aseo del departamento. Ayudada por su compañero. Acostumbrado al quehacer cotidiano. Las pulsaciones de dolo en su cabeza eran menos frecuentes, su pierna estaba normal. Heridas, raspones, todo quedaban como huellas de otro tiempo. Propiamente había renacido. Encontrando al instante el cariño y confort de alguien solitario pero bondadoso. Reafirmaba su deseo de estar al lado de ese hombre al darse cuenta, tras algunas diligencias a diversas instituciones, que nadie había procurado buscar a una mujer con sus señas. Estaba sola, tal vez había estado sola. Renaciendo a partir de un accidente vial, recibiendo una segunda oportunidad de vida. Se imaginaba que tal vez su vida pasada era un martirio. Un desastre. O realmente no había existido jamás y como un regalo de Dios para ese hombre lacerado ella estaba hecha. O realmente ella era Catika, la esposa legitima de Natalio. La mujer se dio a la idea. Ella seria Cata, tendría un lugar en la tierra y un lecho calido donde yacer cada noche. La vida pintaba con buenos oleos y ella estaría dispuesta a disfrutarla con el.

Definitivamente ese abrazo de bienvenida había sido el mejor de todos. En una tarde cualquiera después del trabajo. Los labios de el se encontraban de nuevo con los de ella. En un tierno beso robado dentro del abrazo fraternal. Primero, al sentir esa carnosidad venusina deslizarse en su faz, Natalio en un microsegundo de inocencia intento zafarse, aludiendo tal rose a un error de logística al estrechar sus cuerpos. Pero después de descubrir el vaivén premeditado de los labios de Cata comprendió y se dejo seducir por tan esperado encuentro. Las lagrimas habían sido habituales en la vida de esos dos después del reencuentro. Y las sentían como cola entre sus labios con su salado sabor. Uniendo para siempre esas bocas y aquellas lenguas que danzaban como con muchos años de ensayo y error. Sus caras eran la capilla, sus labios la boda y sus lenguas el baile nupcial con mas música de fondo que la de un viejo abanico testigo. Ahí sellaban sus vidas reanudadas Cata y Natalio, Natalio y Cata. No hay mejor ceremonia que el de dos almas amantes, con el corazón de invitado y una pista de baile onírica y perenne. Después de terminada la ceremoniosa acción del primer beso, chocaron sus frentes y se tomaron de la mano. No había espacio para el pensamiento. solo quedaron sus interiores ahí, simplemente existiendo, sin mas. La mujer sentía abrirse después de muchos años a cuestas una válvula. Donde se escapaban ciertos espectros incomprensibles pero que le daban un alivio enternecedor acompañado de un calosfrío general casi incomodo.

La cama, el departamento y el mundo les fueron pequeños aquella tarde noche de encuentro erótico. En sendas brazadas aquellos dos se aferraban uno al otro como la primera y ultima ocasión juntos. Los cabellos de Catika volaban al compás del ruido atonal de los resortes de un colchón a mil grados de temperatura y los músculos se contraían ejerciendo una fuerza descomunal en Natalio como millones de sellos empujando sobre un papel bond al mismo tiempo. El sudor y la saliva se compaginaban, lubricando cada rescoldo de aquellos cuerpos sedientos de todo. Las uñas se resquebrajaban sobre la piel de bronce que se derretía para fundirse, para ya no dejarse. Para separarse solo con un calor proporcional al ejercido por su mismo deseo. Huesos tronaban acá y allá, contentos y atrevidos. La luz tenue de la habitación resplandecía de cuando en cuando en chispazos de pasión que arremetían contra las paredes otrora grises y desoladas. El propio abanico testigo se desbocaba en refrescar aquel torbellino estival desencadenado, imposibilitado en ir a la par con ello. Así era ese encuentro. El amor no los hizo, ellos renombraron al amor. En un sincretismo inocente, erótico y pleno. Jadeantes, flotando los dos yacían en la maltrecha cama. Perdidas sus miradas, como maniquíes contenedores. Pero tomados de la mano, en un simbionte de dulzura celestial. Al cabo de un rato, durmiéndose placenteramente. Abrazados, para no dejarse.

El tiempo siguió lineal. (Aunque en este caso pareciere cíclico) y la pareja de enamorados siguieron su vida con naturalidad, Olvidando por completo el paréntesis de veintitantos años que había sufrido. Lo pragmático y cotidiano fueron sus fuertes. Cata se dio por decorar con mas vistosidad el departamento, donde el dorado estaba ya convertido en un color mas café-soso. reanudando el brillo de antaño. La luz entraba por cada rincón de ese bastión recargando las fuerzas de Natalio al volver cada tarde de su trabajo. Este había dejado por supuesto de visitar los tugurios habituales de su soltería. Ahora el cine y los restaurantes eran sus aficiones. Lugares donde se les podía ver platicando animosamente, sonriendo, jugueteando como mozalbetes con plena energía. Poco a poco las ojeras marcadas de Catika fueron despareciendo, mostrando una piel tersa y porcelanizada cual juventud en boga. Natalio enamorado cada vez mas no dejaba de complacerla con presentes. Las terrazas para un momento de café o una copa eran rinconcillos bohemios para sus mimos. Lloraron juntos cuando Natalio la llevo al parque habitual de sus domingos sin resaca, desde donde viajaba en el tiempo rememorando sus primeros días. Ahora la banca tenia lugar para dos personas. Donde gracias a la narrativa insólita de Natalio, Catika dilucidaba claramente los recuerdos. Con expresiones de nostalgia y a la vez de ternura por esos momentos vividos, desaparecidos y de nuevo encontrados. El circulo de la vida volvía de nuevo a su inicio. Estaban ellos dos juntos. Viviendo al día con el presente. Respirando, besando, acariciando, y de nuevo respirando.

Los sellos de goma eran mucho mas livianos desde hacia tiempo. Los papeles burocráticos eran mas blancos y nobles. El taconeo ofensivo de alguien incongruente era un son al que seguir. El tono sepia del edificio aun se mantenía pero la claridad de los pasillos hacían mas agradable el paso a través de ellos. Los compañeros de trabajo eran mas sonrientes y el ajetreo de la ciudad al salir del vetusto edificio era una oleada de nueva vida para el. Camino de nuevo al departamento la música de la radio danzaba al compás de los claxon impertinentes a su alrededor. El naranja del cielo vespertino entre las sombras tenues de los edificios corporativos daban una dualidad mágica. Deseaba en cada accidente de trafico, que este fuera de buen augurio, que marcara para bien la vida de los involucrados. Como con el había cambiado. “Es una buena oportunidad” se decía para el al pasar de lado de la trifulca que se formaba. Sonreía. Esa sonrisa cínica intrigante. Sonreía por ella. Sabia que no esperaría en la ventana su llegada. El no, ella si. Estaría asomándose y el vería su carita entre preocupada y misteriosa. El sonido de la cerradura abriendo por dentro al ir llegando era un sonido místico, religioso para el. Ahí, en un vestido blanco, cabello azabache con los brazos abiertos lo esperaba Cata, su Catarina. Enjuta, calida, delicada. Como el. El olor de frescura de su mujer, y el olor de comida recién preparada lo trasportaban al nirvana de clase media que siempre añoro. Tembloroso feliz se acomodaba en la silla del comedor. Frente a su esposa. Cata. Ella sonriente, picara lo veía también. Famélicos los dos de amor. Ese amor que se aleja en la mañana y en todo el día. Pero que nunca se va, como una cometa, llegando la tarde al jalar la correa, la cometa y el carrete se encuentran. Y pasan la noche en un rincón. Así ellos. Pasan la noche en su rincón. Y quieren volar. Los dos, juntos. Un escape en vacaciones. Natalio tiene años sin salir, y ella tiene años sin vivir. Deciden partir. A cualquier parte, es lo de menos, mientras sea juntos. Empiezan los planes, visitando agencias de viajes, precios, hospedaje. Un paquete de folletos, con muchos destinos descansa en la mesa de centro de la diminuta sala. Listos para analizarse.

La rapidez de lo inevitable.

Ese día, curiosamente. Natalio no había visto ningun lío vial. La jornada a su casa había pasado sin novedades (Que en aquellas circunstancias denotaba en lo inusual). Era jueves, las calles lucían rectas y monótonas, la señal de la radio trasmitía el ultimo éxito de la estática y una pesadumbre malvenida acompañaba al burócrata. Atribuyendo todo esto al cansancio metódico del trabajo. Natalio, después de empezar a planear sus vacaciones se había dado cuenta por fin de todos aquellos años sin disfrutar de un rato de sosiego inconectado. De un momento para el mismo, sin que los recuerdos lo acompañaran y le hicieran perder la noción de su disfrute. Ya no, por que su recuerdo en carne y hueso estará con el pero para bien. Serian un viaje intenso, que reforzaría su relación con Catika. Agregando una vainica nueva a su mantel con letras bordadas con la leyenda “Hogar dulce hogar” que planeaba para su vida. Con esto en mente, mas aclarada ya, renueva el paso con brios jubilosos. Su mujer estará en su casa esperando, ya con la decisión del su destino. Como regalo, había dejado que ella decidiera el lugar de su viaje. Ya había tenido tiempo para reflexionar sobre ellos y ese jueves era el plazo para su decisión. Contento, Natalio abre la puerta de su hogar encontrando a Cata sentada sombría en la sala. Folleto en mano y cabizbaja.

El departamento no tiene tienes luminosos esa tarde. El sol le da de lleno a las cortinas mas doradas. Pero el tenue ambiente le gana. Lentamente, Natalio se acerca a su esposa sin mediar palabra. Ella no lo ve, no levanta la cara. En sus manos sostiene un folleto con ciertos lugares campestres, pueblecitos pequeños adornados con candidez. Se pasea el folleto entre los dedos, mientras unas lagrimas caen y se estampan en el mismo, humedeciendo un poco el tríptico informativo. Natalio ya esta a un lado de ella sentado. Le rodea la espalda con su brazo. Es muy temeroso para indagar en el llanto de su mujer, pero en aquellas circunstancias no es lo correcto. Le acaricia el cabello, le toca sus lagrimas, aprieta fuerte su hombro izquierdo. Ella vuelve a su lugar el folleto en la mesa. Y casi de ultratumba un murmullo sale de su boca con una frase confusa y dubitativa:

-Ya recuerdo todo.

Natalio no hace mas que sorprenderse con esa revelación. Un millón de puertas se abren frente a el. Las dudas y ansiedades que siempre lo invaden ante algo incierto. Nuevo, se le presentan fugases. “Ya recuerda todo” se repite para si en su mente aquel hombre. Reflexiona, indaga, ¿habrá recordado de pronto todos los años perdidos en aquel instante? ¿Completara por fin la historia de su vida con aquella información? ¿Habrá sido terrible todo aquello, por eso el temple resquebrajado de su esposa? No lo sabia. La respuesta solo la tenia ella y la esperaba ahí nervioso.

Como espectro, Catika se levanta y empieza a caminar por el departamento. Gimiendo confusa, pensando, reflexionando, con un dejo de duda a su paso. Pasan los minutos como horas o días. Natalio esta sentado sobre un asiento de púas. Choques eléctricos pasan sobre el a cada segundo mientras su mujer flota onírica por la pieza. El segundo golpe al hombre casi sobre la lona le llega:

-No soy Cata, ni Catika, ni Catarina.

Un aire hirviente le llega en el rostro a Natalio. No cree que su esposa vuelva a morir de nuevo. Es una frase de inmenso peso para el. Un mareo lo invade, suerte de estar sentado. Ella, a sabiendas de esos golpes tan duros, va hablando quebrada, en partes. Dándole tiempo para asimilar toda aquella información tan densa. Y al mismo tiempo para procesarla ella misma. No será fácil, para ninguno de los dos. Pasado un rato de seguir sentado, con las manos sobre sus piernas cerradas Natalio pide misericordia, pide sentido a todo aquello, que hable su mujer o no mujer. De una vez, que concluya aquello, para bien o para mal. Sea cual sea será mas pío aquello que la espera por la verdad. La mujer asiente, esta de acuerdo en no dar mas rodeos si así lo pide aquel hombre. Ella esta atónita, todo ha sido de golpe también para ella. Sentada ahora en la misma silla de la cocina del primer sábado empieza a revelar su recobrado pasado. Tomando aire, viciando la habitación comienza:

-Mi mente me ha jugado una extraña pasada. De repente he vuelto a recordar quien realmente soy, mi pasado y mi presente hasta el día del accidente. Estuve huérfana desde niña, criada en casa hogar donde fui trasportada como mercancía de familia en familia. Mi déficit de todo nunca fue agradable para las familias convencionales. A los dieseis años busque mi vida y mi lugar en el mundo. Convencida de que solo me tenia a mi misma. Urge en la ciudad, buscando algún rescoldo de felicidad jamás adquirida. De acá y allá, viviendo en vecindad con demás parias pero teniendo esperanzas en un futuro mas justo. Golpes, humillaciones, bajezas. Todo se encuentra archivado en mi pasado. Acorralada en las cuerdas, mi cuerpo era lo único rentable que me quedaba. El mejor postor era cualquiera. El dinero para comer, un poco vestir y trasporte. Solo eso. Mi vida se desarrollaba así. Sin embargo, tenia mis momentos libres solo para mi. Sanamente, amigos, salidas. Un claro en la maraña de vida. Aquella noche, del accidente. Simplemente paseaba. Disfrutando la noche libre. Sin estrellas pero sin carreras. Cuando de pronto sucedió la embestida.

Natalio, encorvado, atado por algo invisible ante aquel sofá solo la miraba atónito. Atolondrado, no había tanta potencia en el para ir asimilando, ganando y perdiendo de nuevo a su amor de antaño. ¿Le había jugado el destino esa broma tan cruel? ¿Jugando con lo mas recóndito de su interior? Temblaba, o ¿era el mundo que temblaba? Fue un grito tan fuerte hacia dentro, que se sorprendió de tener tanta profundidad. En el exterior solo se vio como un trago amargo de saliva. Y una tez traslucida. Solo eso. La mujer, prosiguió de nuevo su historia. Natalio volvió a tomar aire y escucho:

-Mi vida no ha sido buena, pero ha sido mi vida. Estoy contenta de haberte conocido y conocer la nobleza que puede tener alguien por amor. Estoy impactada pero feliz. Pero a la vez confundida, aterrada, en desosiego y cobardía por el futuro. Ya he encontrado mi pasado, vivo en mi presente y no se que viene a futuro. Dentro de esta lucidez de memoria, ha vuelto mis orígenes. El comienzo de mi vida y que es la que me turba mas en esta situación. Pero que es necesario mencionar. Como todos tuve madre y padre. Jamás los conocí, mi madre murió al nacer, y mi padre desapareció. Como augurando el sentido que tendría mi vida, nací dentro de una tempestad. Tempestad que asolaba el pueblo de nacimiento de mi madre hace veintidós años, llamado Santa Montes -Un choque eléctrico penetro en la nuca de Natalio al escuchar el nombre de aquel pueblo, todo se estaba acomodando en su mente. teniendo sentido, pero un sentido aterrador. Apretando fuertemente sus rodillas, al punto de quiebre, Natalio abrió lentamente su boca reseca. El aire inhalado ahora por el también dejaba sin aliento a la mujer. Esta, entrecerrando los ojos espero sin respirar la frase que sabia Natalio diría. El burócrata gutural dejo salir su alma y corazón junto a las palabras hacia la mujer:

-Tu-tu eres Esperanza.

La existencia del todo, detrás de la silla donde estaba sentada la mujer al infinito se desvaneció. En un viaje intergaláctico Natalio miro en cámara muy lenta como ella con los ojos entrecerrados y su espíritu veinteañero asentía su frase con lagrimas corriendo por las mejillas mientras su cabello azabache se alborotaba. Era el “Si” definitivo que acababa de voltear la vida de ambos. Si era una broma macabra entonces. Así sentían ambos, ahí sentados. En el departamento dorado que le había dado tanta satisfacción en los últimos tiempos. Estaban pegados los dos en sus respectivos asientos. Volviendo en su mente al pasado, reviviendo los momentos juntos y sus vidas separadas antes del accidente, aquel viernes en la noche. Se escudriñaban en sus sentimientos, en papeles que jamás habían tenido: Padre e hija. Se amaban, lo sentían. ¿En que forma? No lo sabían. Las horas pasaban y los dos seguían divagando. No sentían vergüenza alguna. Mas bien confusión e incertidumbre. La densidad entrambos se fue apaciguando. Los dos calmaban sus ansias, a su distancia. Después de un rato. Natalio tomando iniciativa, se puso de pie. El la amaba, como Cata. Ella lo amaba, como el hombre que le daba seguridad y futuro. Natalio se acerca a Esperanza. Ella se pone en pie, se abrazan, rozan sus mejillas, respirando profundo. El huele su olor a flores, ella aspira su olor a papel guardado. Sus pechos, su sexo, su frente, su nariz, todo se une. Ahí parados, muy juntos, abrazados. El le besa la frente. Las dos mejillas. Le susurra al oído, tenue, despacio, entre su respiración y aliento le dice “Cata”, ella asiente y lo abraza, contestando “vámonos de viaje” .

Fin