Dialéctica
La
trasparecía me es inherente
no
es necesario siquiera decir algo
mis
ojos vidriosos
y
mis labios tembleques
anuncian
una gran dialéctica
en
mis adentros.
Una
pulsión frenada
y
un freno impulsado
crean
un telúrico equilibrio.
Me
desbordo claro,
sin
planearlo
me
desnudo
con
mis trapos
No
hay horarios de atención
todo
puede suceder
sin
un previo aviso
se
me va la pulsión y reina el silencio
así,
agazapado
(como
una estrella de neutrones)
sobre
mí mismo
-esperando-
luego
salto, estallo
me
expando infinito
recorro
lo pausado
en
un tiempo fugaz
Luego
regreso,
al
telúrico equilibrio
y
es cuando puedo
caminar
un poco más
normal.
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Las cafeteras
Ella me regaló una cafetera,
(el café como símbolo de unión)
la cafetera ahí sigue y sigue funcionando
(lo de Ella y Yo ya no siguió)
A otra Ella, Yo le di una cafetera
(sí, el café con el mismo símbolo)
(no sé sí la cafetera siga ahí)
«lo que sí sé es que yo jamás volví con Ella»
En cada sorbo siento el calor de lo que fue
y en la tibieza subsiguiente lo que pasó después
jamás sabré si ellas en sus cafés sucumben
a la nostalgia
o si lo amargo pero
exquisito del sabor rememore
en analogía lo vivido
o si en las noctámbulas duermevelas
nos pensemos
(porque Yo sí les pienso)
—y siempre con antojo de café—
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A dormir...
En
el lecho nocturno
mi
cama pues…
he
de observar
(Como
un recordatorio por si ya no despierto)
una
síntesis de los sucesos acaecidos
pero
no del día, sino toda la vida
lo
de dentro y lo de fuera.
Mi
cabeza
—que
evidentemente es una gran protuberancia—
es
el receptáculo de mi sucesos
que
en borbotones han de desfilar raudos
para
recordarme que lo que soy
ahí
recostado ya para dormir
jamás
ha sido en vano:
dolor,
risas, orgasmos, decepciones, golpes,
trabajo,
miedos, sonrisas que ya no me sonríen, miradas,
saludos
-últimos saludos- sepulcros, melancolía,
nimiedades
de gran importancia, besos, abrazos,
repulsiones,
oscuridad, enceguecimiento, en fin.
toda
una gama de sentimientos que como
un
típico monstruo de Frankestein me acribillan
y
me agotan.
una noble acción para combatir
mi
insomnio atroz.
Así,
acurrucado en mi cobija y soledad
le
digo a mi cerebro buenas noches.
Obra: Dasein. Pluma de gel y tinta. Autor: Tito Rosales. |